DEL ESPIRITU
Claude André Helvetius
El libro se convirtió en un «affaire» de Estado, donde el
«anden régime» se debatía por la sobrevivenda y los portadores intelec
tuales de las ideas de las nuevas fuerzas sociales se jugaban su existen
cia. El De l’Esprit, obviando a veces su contenido concreto, ignorándolo o
bien ocultando conscientemente las diferencias, pasó a ser el símbolo, la
condensación del «esprit nouveau», del espíritu de los filósofos, del par
tido de las reformas sociales y políticas, de la lucha contra la Monar
quía, el Clero y el orden feudal de privilegios. La ya larga confrontación
ideológica
—pues aún eran las armas de la crítica, y no la crítica de las
armas, las que sostenían el combate, aunque el poder eclesiástico y
político no vacilaran en recurrir al apoyo de la horca, de la pira, de las
galeras y las prisiones para seguir adelante
—
ahora se radicalizaba,
forzaba a tomar posición, a aumentar la violencia.
El D e l’Esprit, sin duda un libro audaz, sin duda peligroso para el
conservadurismo, sin duda crítico, con esa crítica eficaz por estar hecha
sin violencia, pero con fina ironía, con elegancia y amenidad, con la
sonrisa de quien se siente seguro, pasó a ser un libro revolucionario, un
peligro para el Rey, el Papa, la Nobleza y el Clero, es decir, para el
orden del poder hegemónico. Jesuítas y jansenistas, guardianes de la
conciencia social, supieron ver al enemigo común por encima de las
luchas entre ellos: lo declararon enemigo de la religión y, como es enemigo
del príncipe el enemigo de la religión del príncipe, también enemigo
del Rey.
Todo empezó en los primeros días del mes de agosto de 1758
l9, cuando las prensas del librero Durand, que tanto arriesgó— no siempre generosamente-—
por los núcleos enciclopedistas, sacaban a la calle, en
cuidada edición, el texto de Helvétius. N i el pseudónimo, ni los habitua
les cambios de la fecha y lugar de la edición para esquivar la censura,
ni los muchos recursos para garantizar el anonimato se tuvieron en
cuenta en esta ocasión. Tal imprudencia es difícil de explicar hoy.
Quizá el intenso deseo de fama literaria que dominaba a Helvétius;
quizá la seguridad que le daba su posición social; tal vez el hecho de
que, en rigor, con pequeños ardides, el manuscrito había pasado la
censura... En cualquier caso, Helvétius cometió una imprevisión lamen
table, como le recalcaría una y otra vez su gran amigo Voltaire. Pero
una imprudencia significativa y que corresponde a una conciencia de sí
que debe tenerse en cuenta para comprender el talante con que está hecho.
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